Mujer e igualdad

 

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Evelin
Jenny
Diario de Nuria
Judith
Sonia
Desirée
Leonor e Irina
Tres mujeres
Planeta Millenium

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 Evelin

Estaba Évelin en clase de ámbito lingüístico, mirando por la ventana. Pensaba en cómo iba a transcurrir la clase siguiente: educación física. Sabía que iba a ser lo mismo de todos los jueves: unas pocas vueltas a la pista andando, quince flexiones con las rodillas, veinte abdominales y, luego, partido de vóleibol. Eso para las chicas.

Ella estaba harta de que en su clase no se pusiese un poco de entusiasmo por parte de las chicas -quería hacer deporte al igual que los chicos-. Se decía a sí misma que sus compañeras eran unas blandas. Lo único que las separaban de la amistad era el deporte.

Sonó el timbre y se dispuso a hablar con el profesor de educación física y a decirle que quería hacer deporte como los demás. Bajó corriendo las escaleras hacia el despacho de profesores, tocó la puerta y la abrió de golpe. Los profesores que estaban ahí arquearon la cabeza hacia arriba y ella preguntó por Pablo, el profesor al que ella buscaba con tanto ahínco. Efectivamente, estaba ahí:

-Pablo, ¿puedes venir por favor? necesito hablar contigo-. Pablo, que era muy cariñoso le respondió:

-Claro mi amor, en un momento estoy con tigo. Sube al despacho de entrevistas.

 

Évelin estaba pensando en lo que le iba a decir, pués tenía que ser lo más directa posible. Pablo subió por las escaleras, abrió la puerta del despacho y la invitó a pasar. Cerró la puerta y le dijo que se sentase:

-¿Qué problema tienes ahora cariño?

-Mira Pablo, yo quiero hacer deporte como los chicos, con mis diez minutos de carrera continua, mis tres series de quince flexiones y mis tres series de abdominales. Estoy dispuesta a hacerlo todo entero.

Pablo, aunque era muy empático, estaba dispuesto a seguir en sus trece:

-Sabes muy bien, Évelin, que yo lo hago por vosotras. Mi programación está hecha, además, es malo que de repente, así de golpe, fuerces los músculos.

-Ya, pero no me parece bien que nos menosprecies por ser chicas y que no nos dejes hacer un buen deporte.

-No os estoy menospreciando, al contrario, os estoy ayudando.

-Yo te doy las gracias Pablo pero me gustaría esforzarme más.

-Pués, bueno, vale, si tú quieres y crees que puedes hacer un deporte puro y duro, del cuál también se quejan los chicos, yo te dejaré que lo hagas como ellos, pero muchos de los chavales de clase quieren estar en tu lugar, que lo sepas.

-Ya lo sé Pablo, pero yo soy yo y así lo quiero.

 

De repente sonó el timbre que marcaba los cinco minutos de descanso.

 

-Bueno, ¿estás preparada para ello?-le preguntó Pablo.

 

-Sí, profe, muy preparada.

Se levantaron y bajaron al patio, donde estaban esperando todos sus compañeros.

-Pablo, ¿qué vamos a hacer hoy?-, preguntó uno de sus compañeros.

-Un poco de físico, como todos los jueves, y partido de fútbol.

Se fueron al campo, hicieron un círculo para calentar los músculos y, acto seguido, empezaron a correr. Évelin llevaba el ritmo de los chicos. Sus compañeras de clase, extrañadas, se pensaban que Évelin no iba a ser más; así que, se pusieron a correr a su ritmo. Quedaron asfixiadas, pués no acostumbraban a su cuerpo a correr diez minutos; pero, cuando vieron a Évelin hacer flexiones y abdominales, la siguieron motivadas. No podían hacer quince seguidas, al igual que Évelin, sólo se hicieron diez. Completaron las tres series y se levantaron más activadas que los chicos, imponiéndose ante ellos. Pablo dijo:

  

-Muy bien señoritas, cariños, mis amores… os vais a poner más bonitas que un sanguis si seguís así Muy bien!

Évelin miró contenta al profesor y éste le guiñó el ojo. Desde ese día, Évelin sabía que el deporte iba a ser mejor y más llevadero.

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Jenny

Todo empezó un día de abril que me reencontré con una amiga que hacia tiempo que no veía. La ví un poco afectada, y unas marcas en su brazo y en su cuello, como si la hubieran agarrado fuerte con las dos manos. Y me dije para mi mismo que cómo podría aguantar eso, porque claramente sabía que su marido la maltrataba. Le pregunté que le había pasado .Me contesto que no le había pasado nada y le dije que no se engañase a sí misma, que si seguía así, algún día le acabaría matando.

 
- “Tienes que denunciarle a la policía”, le dije
- “No puedo, tengo miedo“, decía ella.

Insistí para que le denunciara. pero no quería por miedo a que él acabara en la cárcel y cuando saliese le matara. Esa idea le aterraba. Me contó lo que le hacía el  marido: siempre venía  mosqueado o bebido más de la cuenta. Le pegaba porque si, porque se sentía bien. Me contó cómo le agarraba fuerte del brazo, cómo le pegaba patadas en el pecho, cómo le agarraba y le daba bofetones, y le dije que no debía dejar que siguiera asi, que debía poner cartas en el asunto.

También le dije que le iba a presentar un buen abogado, muy bueno, que le ayudaría lo máximo que pudiera, pero que sólo ella podía hacerlo posible.

-¿Qué, vas a denunciar o no?-, le decía yo una y otra vez, hasta que la convencí y me empezó a hacer caso.
-“De acuerdo“, dijo ella, “pero quiero protección policial hasta el juicio”.

Mi amiga, no muy convencida, me acompañó a denunciarle a la comisaría. A partir de entonces,  empezó a acercarse más a mi.

Pensé que quizás seria de mala persona aprovecharme del momento; pero, fue ella la que se acercó a mí y me dio las gracias por todo lo que estaba haciendo para ayudarle. La policía le protegía, día y noche, para que no le pasara nada.

Un día vino a mi casa, quería algo más que hablar. Llegó, llamó a la puerta y le abrí. Llevaba puesto un abrigo de cuero negro. Le ví llorando; enseguida que abrí, se echó a llorar en mis brazos. Cuando terminó de llorar me dijo que se lo había encontrado por la calle y le había amenazado, pero un policía que lo había visto, le detuvo y se lo llevaron a la comisaría. Ella estaba muerta de miedo, me besó y dejó de llorar; seguidamente, se quitó el abrigo y, para mi asombro, no llevaba nada debajo, estaba completamente desnuda…

Al día siguiente me dijo que le gustaría que fuéramos algo más que amigos. Le respondí que si era eso lo que de verdad quería, así sería. Al final encontró la felicidad conmigo, después de haber estado tanto tiempo aguantando el maltrato de un hombre que no la quería de verdad, sólo la utilizaba. 

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Diario de Nuria

21 de Septiembre: Es el día de la presentación en el instituto. Tengo muchas ganas de volver a encontrarme con mis compañeros. La mayoría somos chicas.

22 de Septiembre: Comienzan las clases. Me parece una buena señal tener ciencias sociales a primera hora porque es mi asignatura favorita. A mi lado se sienta el chico más guapo del mundo. Es nuevo y me entero después que se llama Andrés. Me lo presenta Ana, que le conoce porque los dos son del mismo barrio ¡Qué pena que no viva en el mío!

30 de Septiembre: Si no fuera porque Andrés es mi compañero más próximo, las clases de lengua serian insoportables. El profesor, además, intenta mostrarse gracioso, con unas bromas que no termino de entender, pero que todo el mundo ríe porque creo que es lo que espera de nosotros.

4 de octubre : Fui al instituto a las 8:00 de la mañana. En la entrada me encontré a Andrés, y me dijo que era muy maja y que estaba muy contento de estar sentado a mi lado. Al finalizar el día, me dijo que si quería quedar con él para tomarnos algo o ir al cine.

7 de octubre: Fin de semana, Fui con Andrés a tomarnos un refresco a la cafetería que está al lado del instituto, que fue donde habíamos quedado, y él me habló de cosas muy interesantes y divertidas. Creo que me he enamorado, que he encontrado a mi media naranja. Después fuimos al cine y vimos una película muy bonita. Cuando me dejó en casa, me dijo que había pasado su mejor día y me besó.

9 de octubre: Estoy pasando los días más bonitos de mi vida. Andrés tiene bonitos detalles conmigo, me llama a todas horas, quiere pasar todo su tiempo conmigo me protege, me acompaña a todos los sitios.

14 de octubre: Me levanto por la mañana una hora antes. Me arreglo de manera especial para Andrés; pero, cuando me recoge en la puerta de mi casa, me obliga a cambiarme de ropa. Le pregunto por qué. Me dice que él no tiene porque darme explicaciones.

17 de enero: Me siento agobiada. Me gustaría que Andrés me dejara un poco de espacio, hace meses que no veo a mis amigas. En el instituto, Ana me encuentra triste y me pregunta qué me pasa. En los baños estallo y le cuento que mi relación con Andrés no es lo que parece. Ana me aconseja que le deje o, si no, las cosas van acabar muy mal.

22 de enero: Andres sigue acosándome. Mi móvil no cesa de sonar y tengo miedo de contarlo en mi casa. Mis padres están muy ocupados y mi hermana creo que no me entendería. Andrés está muy bien visto por ella, cree que es muy cariñoso y atento conmigo. No sé qué voy hacer.

31 de enero: He decidido no contestar a sus llamadas.

2 de febrero: Salgo a la calle y Andrés, que está esperando, me exige explicaciones, y le digo que no tengo nada que explicarle y le pido que me deje en paz.

14 de febrero: Andrés me espera en la puerta de mi casa con un ramo de flores. Me pide perdón y me dice que soy una persona muy especial para él. Me siento feliz.
 
Al día siguiente de esa bonita declaración que me hizo, Andrés me llevó engañada a un lugar apartado, y descargó todo su rabia y frustración contra mí. Afortunadamente, alguien que pasaba por allí me socorrió, avisó a una ambulancia y me llevaron al hospital. Aún consciente, mi vida entera pasó por mi mente en un minuto.

¿Superare ésto? ¿estaré viva mañana?

Ahora siento miedo.

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Judith

Judith es representante del día de la mujer y embajadora contra la violencia de género. A ella le ha costado mucho esfuerzo llegar hasta la cima en su profesión, en un mundo mayoritariamente de hombres.  Su vida está dedicada, por un lado, a su profesión y, por otro, a cooperar como representante en contra de la violencia de género. Debido a su trabajo, Judith tiene que trasladarse en su propio coche por todo el mundo y, está tan volcada en su trabajo, que no para de asistir a cualquier evento al que es invitada. En estos eventos expone sus conocimientos con gran entusiasmo y emotividad, siempre quiere hacer partícipe a sus oyentes de la gravedad de los hechos que a conocido a lo largo de su vida.

En uno de esos viajes, Judith sufrió un grave accidente. Tuvo la tan mala suerte que ocurrió cuando le iban a entregar un premio honorífico por toda su dedicación a ayudar a las mujeres maltratadas.

Después de varios meses en cuidados intensivos despertó del coma, y fue un shock para ella despertarse y saber que había perdido un ojo. Pero esta desgracia no le ha impedido seguir con su vida dedicada a ayudar a las mujeres maltratadas. Hoy día, a pesar de su limitación, sigue trabajando por y para este colectivo.

Hay muchos casos que la han llevado a la desesperación y angustia, uno de ellos fue el de una mujer que era maltratada psicológicamente, desde que era niña, por su padre y hermano y, ahora que es una mujer y madre de familia, sigue pasándole lo mismo con su marido y su hijo mayor. Judith se ha tomado muy a pecho este caso, pues le recuerda a su propia vida, y sigue luchando para que esto no suceda.

Siempre habla del “respeto”, de la comunicación y del entendimiento entre las personas, y aunque ella ha sufrido un trágico accidente, eso no quiere decir que haya dejado de luchar por lo que quiere cambiar. Judith es una bella persona.  

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Sonia

Una noche de invierno, Sonia se dedicaba a robar a la gente mientras hacía que pedía. Cuando la gente sacaba el monedero para darle algo de dinero, se lo quitaba. En esa misma noche pudo llegar a hacerlo trece veces, a personas ancianas, sobretodo. 

Ella tenía un grupito de amigas que se dedicaban a lo mismo. Lo hacían todos los días de la semana menos los domingos, no sólo porque ellas querían, que también, sino porque sus maridos les obligaban y, si no, las maltrataban pegándolas, insultándolas y despreciándolas tanto que las hundían; así que, no les quedaba otra que obedecer las órdenes que sus maridos les imponían.

Aquella noche de invierno, Sonia cometió un error, intentó robar a un policía que iba de paisano y salió corriendo detrás de ella hasta que le cogió y, esa misma noche, se la llevaron a los calabozos; claro, no dijo nada de las órdenes que recibía porque, quieras que no, le temía a su marido, después de tantas palizas era normal.

Le cogieron y estuvo tres días encerrada. Después de los tres días, le llevaron para el juicio. El tiempo en el calabozo no se le hizo muy duro, porque la metieron con una chica, de raza  negra, que dio la casualidad que trabajaba en lo mismo que ella y, peor aún, tenía todo el cuerpo lleno de marcas y, además, los brazos llenos de cortes y, cuando entró al calabozo, la chica estaba llorando porque se encontrabba en la misma situación que ella, bueno, aún peor, tenía miedo de decir lo que le estaba pasando por temor a su marido, igual que Sonia, aunque, tarde o temprano, tendrían que hacerlo. 

Sonia se hizo amiga de María, que es así como se llamaba la chiquita con la que le encerraron, estuvieron los tres días sin dormir, contándose las cosas que hacían y que les mandaban sus maridos o, si no traían el dinero a casa, sabían lo que les esperaba, golpes por un lado y por otro.

Cuando pasaron los tres días de estar en la comisaria, llevaron a Sonia a juicio. En el juicio le dijeron que tenía que cumplir dos años y medio en prisión. Ella tenía muchas ganas de decir que estaba siendo extorsionada, pero se calló y no dijo nada, cumpliendo los dos años y medio que le pedían. Sonia no sabía qué hacer, tenía miedo de lo que podía pasar allí dentro, pero ella sabía que, tarde o temprano, diría lo que le sucedía con su marido, aunque fuese tarde y  ya estuviese en la cárcel de mujeres. Después del juicio, le llevaron a la celda otra vez, su ingreso en prisión iba a ser dentro de dos días.

Mientras que llevaban a María a juicio, Sonia pensaba por dentro que ójala le pusieran con ella si la condenaban y, así fue, en cosa de hora y media volvió y, cierto, la condenaron el mismo día; asi que tuvo suerte, ingresaron juntas y pasaron un año en la prisión, pasando por lo bueno y por lo malo

Cuando cumplía un año, faltándole uno y medio más, Sonia decide hablar con el juez y contarle lo que estaba pasando con su marido sobre el maltrato, y lo mal que lo estaba pasando con tantos golpes que le daba y tantos insultos y desprecios. Habló con el juez y se abrío una investigación, y al cabo de los meses, en concreto cuatro, le pillaron traficando con mujeres y haciéndolas sufrir, maltratándolas física y verbalmente. Sonia temía que cuando saliera de la cárcel él le esperaría; pero, lo que no sabía, es que a su marido le habían caído veinte años por tráfico de mujeres y maltrato.

Sonia terminó su condena muy bien, sin tener ningún tipo de problemas, aprovechando el tiempo para estudiar un bachillerato ya que no lo tenía. A su amiga María aún le quedaban unos meses más. Se despidió de ella y se dirigió al Ayuntamiento más cercano de su antigua casa. Alli solicitó una ayuda económica para salir de la ciudad. Tuvo suerte, se la concedieron y se marchó. Empezó una nueva vida en otro lugar, encontró pareja y formó una familia, viviendo desde entonces tranquila.

Al fin, Sonia consiguió un poco de felicidad, se la merecía, todas nos lo merecemos…

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Desirée

“Tú eres mía, tú vas a ser mía de cualquier manera, hasta que no seas mía no voy a vivir en paz, si no eres mía no serás de nadie ¿entiendes? aunque tengas dueño…”

Esto es un reflejo de lo que piensan ciertos hombres sobre las mujeres porque ellos se sienten superiores y detentan el poder, y nosotras nos sometemos a ello y lo aceptamos.

El machismo es la actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres, un sistema social en que hombres y mujeres forman dos grupos desiguales. En el matrimonio la mujer se encuentra en desventaja, sobretodo, en las familias tradicionales. Su educación está limitada a las labores de la casa y no pueden presidir cargos de poder. El matrimonio es una forma de protegerlas, pero que a la vez las presiona para dar a luz a sus hijos, los cuales se prefieren varones. La mujer casada obtiene el estatus del marido, vive con la familia de él y no dispone de recursos cuando suceden casos de malos tratos.

En la actualidad seguimos teniendo problemas con la cuestión del machismo y sigue habiendo muchos casos de maltrato físico, verbal y emocional. Estos casos suelen ser muy llamativos en nuestro día a día y siempre suelen aparecer en los medios de comunicación. Las mujeres hemos luchado mucho tiempo por estos temas y debemos de seguir luchando para llegar a conseguir que nos acepten com iguales aunque seamos diferentes. Y tenemos que intentar que entre nosotros desaparezcan muchas de las expresiones que revelan ese concepto machista.

Nosotras, cuando nos enamoramos pasionalmente de un chico, solemos aceptar que sea él el que tome las decisiones y el que decida por nosotras, y no nos importa cómo nos utilice ni cómo nos minusvaloren. También asumimos que sea él el dominante. El hecho de darnos cuenta es positivo para esta lucha ,y para saber cuándo se nos está yendo de las manos y saber pedir ayuda para frenar estos malos tratos.

En el desarrollo de nuestra sexualidad, también exigimos igualdad, relaciones igualitarias y trato igualitario, si no, no somos mujeres íntegras.  

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Leonor e Irina

En la noche del 27 de febrero de 1933, en una casa desastrosa y bastante derruida, vive Leonor Fiedler. Ella cuida a su marido, Alfred ,que está enfermo de Cáncer y, que, además, en la pasada guerra, a causa de una granada de fragmentación, perdió las piernas y una mano; desde entonces, ella hace todas las tareas de la casa. Su único inconveniente es que no tiene vida social porque tiene que atender a su marido.

En ese mismo día, el Partido NacionalSocialista (nazis) incendian el Reichstag (el parlamento), aunque ellos acusaron a los comunistas, sin prueba alguna, de haberlo incendiado.

El 5 de mayo del 1936, Adolf Hitler gana las elecciones con un 50% de los votos de la población. A partir  de ese momento empieza la dictadura y el terror nazi.

El 12 de julio de 1936, el marido de Leonor muere a causa del cáncer. Quedó muy entristecida por el fallecimiento de su marido. Le tomó en sus brazos, le llevó al patio trasero y lo entierro junto con una rosa roja. Su sentimiento de tristeza le llevó a unirse al ejército alemán y marchar a la guerra, ya que no le quedaba nada importante en su vida.

Los alemanes no permitían que una mujer estuviera en su ejército, y menos luchando. Aún así, consigue infiltrarse en un escuadrón alemán que se dirigía a la invasión de Checoslovaquia; pero, justo cuando iban a entrar en territorio hostil, en plena frontera, los soldados reconocen que es una mujer. Tres soldados alemanes le golpean, le insultan,  le fuerzan y le abandonan en medio de la frontera. Leonor consigue ponerse en pie, y antes de volver a caer, grita: “¡Soy una mujer!, ¡Soy Leonor Fiedler!, ¡voy a la guerra!”.

Sigilosamente, sigue al ejército alemán hasta que llegan a Praga. Se esconde entre unos escombros esperando una buena ocasión. Los soldados se hicieron con la ciudad; pero, en un ataque desesperado,  la resistencia consigue atrapar y utilizar como rehén al coronel Fleischer y, uno de ellos, poniéndole un cuchillo en el cuello, grita: “lo mataré si no salís de Praga, os lo juro”.

En ese instante, Leonor, que estaba agazapada, aparece inesperadamente y dispara, con tanta puntería que le da en plena cabeza al guerrillero que amenazaba al coronel. Todo el regimiento se quedó asombrado al ver que una mujer le había salvado la vida a su coronel, que hizo lo que ninguno de ellos fue capaz de hacer. También estaban asombrados los tres soldados que habían maltratado en la frontera. El coronel, admirado por la valentía y puntería de aquella mujer, le impuso los galones de sargento y , de ahí en adelante, se la conocía como “sargento Leonor.”

El 1 de Septiembre de 1940, Leonor, que lidera una avanzadilla de soldados en Leningrado, se encuentran en un intercambio de fuego cruzado, enemigo y amigo. Cuando se encuentra en las trincheras, luchando contra los soviéticos, de repente, una granada cae a unos metros de ella y explota. Leonor cae confusa y aturdida, mirando a ambos lados por si veía algún compañero que pudiera ayudarla a levantarse y continuar en la batalla; pero lo único que ve son cadáveres y soldados soviéticos avanzando.

Los combates son duros. Dos miembros del ejército rojo la ven y van hacia ella. Uno de ellos la pega un puñetazo, inmediatamente, el otro soldado le defiende, dando un culetazo con su ak47 en la sien a su compañero, que cae inconsciente.
Leonor, asombradísima, al ver que le había salvado la vida, se dirigió al soldado:

-¡Muchas Gracias! ¿Cómo te llamas? 
- Me llamo Irina, soldado del ejército soviético ¿y tú?
- Me llamo Leonor Fiedler, sargento del ejército alemán.
-¿Por qué estás en la guerra Irina?
- Porque no me queda nada más, la guerra me dejó sin familia.

Irina no era la única mujer que luchaba en la guerra por esa razón. Irina, le levanto, le desvistió y le cambio de uniforme pues en zona soviética, la vida de Leonor peligraba. La vida es sorprendente, pensó Leonor, de sargento alemán a soldado aliado soviético. A partir de ese momento, muchas batallas juntas unieron sus destinos. Leonor e Irina avanzaban hacia Berlín, Europa iba camino de ser liberada por los aliados.

El 10 de febrero de 1945 el ejército ruso, con Leonor e Irina al frente entran en Berlín, y combaten en el Reichstag mientras Adolf Hitler huye a su bunker subterráneo, Leonor no falla, la sangre cae de su sien, e Irina clava la bandera roja que representará el fin de la guerra.

Desde entonces, Leonor e Irina viven muy unidas.

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Tres mujeres

La mía es una historia triste, desde siempre lo fue. Creo que no recuerdo momentos felices en mi vida.

Mi madre me pegaba a escondidas de mi padre, creo que se sentía celosa; siempre buscaba algún motivo para golpearme. Cuando era jovencita, mi novio aparte de no darme cariño, no me permitía salir con mis amigas. La mía, ha sido una vida llena de violencia.

Hace poco decidí dejar a mi marido. Más de lo mismo, palizas, humillaciones… pensé en marcharme con mis dos hijos y empezar una nueva vida, pero a él no le gusto la idea. Una noche, me esperó escondido en el portal de casa y me apuñalo 12 veces.

Me llamo Manuela y fallecí el 8 de octubre.  Tenía 36 años.

A veces lo veía pasar por el parque, y me parecía tan guapo… Un día empezamos a charlar y se nos pasó el tiempo estando juntos. Así comenzó todo. El día que me pidió salir lloré de felicidad.

Todo era perfecto, salíamos mucho, al cine, a la discoteca, me regalabas flores, todo eran risas… abrazos. Pero, una tarde, me pegó una bofetada, dijo que por estar hablando con uno de mis amigos.

Pasaron los meses y las bofetadas se transformaron en patadas y puñetazos. Intenté dejarlo, pedir ayuda, pero ya era tarde.  Estaba metida en un laberinto. Lo que comenzó con risas terminó en un mar de llanto.  Pero nunca le odié.

Me llamo Elizabeth y perdí la vida un 16 de febrero, una semana antes de cumplir los 18 años.

 

Estuve toda la vida aguantando. Hoy, ya de mayor, miro la vida con otros ojos. Los días son claros; pero, uando él llega, los días se tornan negros, lluviosos.

Un día de esos me negué a seguir soportando que alguien me tratara como a un animal, Sentí sus pesados pasos al recorrer el pasillo. Cuando entró pude sentir sus fauces oliendo a tabaco y alcohol.

En ese momento cogí algo pesado, no sé, creo que un hierro de la despensa  e intenté defenderme de lo que iba a pasarme, pero él fue más rápido. 
 
Echo mucho de menos a mis nietos, a mis hijos.  Pero ya no podré verlos, reo que me rebelé muy tarde, casi sin fuerzas.

Me llamo Aurora y me quitaron la vida a la edad de 68 años.

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Planeta Millenium

La constitución de nuestro nuevo planeta, sobre la Sexualidad, se llamará Millenium. En nuestro viejo y antiguo planeta, llamado Tierra, el amor y las parejas se basaban en que la mujer estaba por debajo del hombre.  A la mujer se le consideraba un objeto o una posesión del hombre, del marido o de la pareja. Allí, a la mujer, se le regañaba o acosaba por su manera de ser, su manera de vestir, su manera de pensar. En el viejo planeta, la mujer vivía para el cuidado del hombre, su único pensamiento era para él. El hombre, sí podía tener un espacio para sí mismo, para su propia libertad. En algunas partes del antiguo planeta Tierra, las mujeres eran maltratadas por pedir una libertad merecida y rechazada por los hombres, donde éste se consideraba con unas capacidades superiores a ellas. En ese planeta, a ellas no se les consideraba para trabajar, sino para vivir en su casa y cuidar a la familia y al marido.

En la nueva sociedad, la mujer se siente guapa por dentro y por fuera, y se viste de la manera que ella quiera, y se la juega porque no se nos recrimine tal o cual actitud, o tal o cual estilo o forma de ser. Que ellas vistan como quieran, que se pongan el pañuelo que se pongan, que trabajen o no, pero que sean decisiones tomadas por ellas, y sólo de ellas. Si quieren ser presidentas, abogadas o médicas, pero que se les respete y se les vea igual que a los hombres, con las mismas capacidades. Que en el nuevo planeta las relaciones sexuales y sensuales sean iguales, para ellos, y para nosotras. 

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