Después del amor




"Cuando nos sorprendemos los dos enamorados cada uno del otro en el mismo momento, es grandioso. Durante el tiempo que dure (unos días o un par de semanas), sentimos la intensidad del enamoramiento más la profundidad del amor. Nuestra relación se ilumina y nosotros con ella. Todo es espectacular y maravilloso…Y pasa. Y volvemos encantados nada más y nada menos que al puro amor, ya sin la pasión, pero con las pilas llenas hasta el próximo romance.
Amor apasionado, es el nombre que le reservo a aquellos vínculos donde, amándonos tanto como para poder construir una pareja sin dejar de ser nosotros mismos, de vez en cuando podemos encontrarnos enamorándonos de esa misma persona con la cual vivimos desde hace años. Encontradamente enamorados. Cuando esto pasa es simplemente hermoso, aun cuando nuestro enamoramiento no coincida en el tiempo."

"Jorge Bucay"




SUMARIO



Venganza
Quemado
No más
Sentir la vida
No me arrepiento
Supervivientes
Fieles
Mi primera vez
Ni una menos







Era medio día cuando vio a su hija entrar a la casa con golpes en el rostro y una brecha en su mejilla por la que no cesaba de manar sangre; se asustó al verla así, se sintió peor cuando se desmayó.

Betula intentó decir algo con voz temblorosa, era poco lo que se podía entender, y con su llanto peor. Ni cesaba de susurrar que fue por venganza. Tuvo miedo, la abrazó y la envolvió en una toalla, la sangre no cesaba de brotar: "por venganza”, continuaba susurrando.

Betula acudía todos los días al instituto desde hacía varios meses. Un grupo de chicos comenzó a merodear por allí con frecuencia. Betula fijó su mirada con flirteo en el chico que comandaba la pandilla, le pareció encantador. Su amiga le advirtió del peligro que corría, que no sabía con quién estaba coqueteando. Después de unos días el chico se le acercó, le dijo que le gustaba, que era su chica y que volvería al día siguiente a por ella. Betula no se atrevió a negarse, su amiga la había dejado preocupada, eran la autoridad en el barrio y tenían fama de vengativos.

Esperó con temor el día siguiente, pero no venía. Cuando empezaba a sentirse aliviada, apareció, seguido de su pandilla. Le hizo un gesto para que le siguiera, pero ella, asustada, se apresuró en sentido contrario y desapareció entre la multitud de alumnos que deambulaban por el instituto.

Una semana después, saliendo de clase, se encontró frente a él. La estaba esperando. Le dijo que le había dejado mal frente a sus colegas y que pagaría por ello, que a él nadie le dejaba en ridículo. Cada día volvía al instituto y la esperaba a la salida. Simplemente la seguía con la mirada. Ella, intimidada, se agazapaba en sus libros, agachaba la cabeza y echaba a andar, mirando a su alrededor buscando una cara amiga.

Después de varias semanas, un día la estaba esperando a la salida del instituto, se acercó a ella y le dijo que venía a por lo que era suyo. La agarró por un brazo y ella asustada se revolvió y le abofeteó. Se la devolvió con rabia. Betula se llevó las manos a su rostro malherido y se echó a llorar. El chico se marchó con su pandilla y a partir de aquel día no volvió a verle por el instituto.

Un día llegó a su casa y su madre le dijo que alguien había entrado y lo había destrozado todo, pero que no se llevaron nada. Sonó el teléfono y era él. Betula se echó a llorar mientras él le decía que así aprendería a respetarle.

Pasó una semana. Un mañana, de camino al instituto, Betula, sin darse cuenta, pasó por donde se había reunido la pandilla. Al verla la miraron fijamente sin decir nada. Unos metros después se dio cuenta de que la perseguían, ni siquiera le dio tiempo a correr. La rodearon y la zarandearon entre todos. Ella se defendió como pudo lanzado con desesperación golpes al aire con sus brazos y piernas. Sintió un tremendo golpe en su rostro que la dejó desvalida, después abusaron de ella. Luego se marcharon y la dejaron allí, malherida en el suelo, inconsciente. Nadie acudió en su auxilio. Cuando recobró el conocimiento a duras penas pudo regresar a su casa.

Regresó a casa, abrió la puerta y entró, no había nadie, la casa estaba fría y triste. De repente sintió la soledad, lo que había perdido. Se sentó en su sillón y se echó a llorar. Entre sollozos se preguntaba qué había pasado. No mucho tiempo atrás su vida parecía ir bien. Tenía un trabajo decente, con un sueldo suficiente para sacar adelante a su familia: su mujer Lisa y sus dos hijos.

Las cosas empezaron a ir mal. Un día regreso a casa, quemado por el trabajo. Sin ni siquiera saludar a su mujer, se sentó a la mesa. Dando un golpe con la cuchara empezó a gritar a su mujer porque la comida estaba fría. Aunque ella se disculpó, él siguió insultándola. De un golpe derramó el plato sobre la mesa, le dio una bofetada y le mandó que lo recogiera. Lisa, lastimada, se echó a llorar, no entendía por qué.

Unos días antes discutieron porque a su marido no le gustó como se había vestido para salir de compras con su mejor amiga. De mala manera le dijo que no era decente que una mujer casada anduviese así por la calle a la vista de todos, que no se lo iba a permitir y que le prohibía que saliera con esa amiga, que era una mala influencia y que sólo le debía importar su marido y sus hijos.

Decepcionada, después de que su marido saliera por la mañana al trabajo, se marchó con sus hijos a casa de sus padres. Entre lágrimas les contó lo que había sucedido, que se sentía muy triste y sin ganas de vivir. Le contó a su madre que su marido se había convertido en una bestia, que todo eran gritos y golpes, que el amor que ella sentía se había desvanecido y ahora sentía miedo cada vez que él llegaba a casa.

Cuando Efraín regresó encontró su hogar abandonado. No había rastro de su mujer ni de sus hijos. Pensó que tal vez estaría en casa de sus padres y llamó. Su suegra le dijo que su hija estaba allí, con los niños, que le había contado todo y que no iba a permitir que su hija y sus nietos volvieran a esa casa. De repente Efraín se dio cuenta de lo que había perdido. Corrió en busca de Lisa. Entre ruegos y llantos golpeó la puerta una y otra vez implorando que le perdonara, pero en vano, la puerta nunca se abrió.


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No más

Era el día de San Valentín. Se miró frente al espejo. Le gustaba lucirse sexy. Se había pintado en diferentes colores cada uña y lucía un nuevo peinado que le habían hecho en la peluquería, como el que llevaba la cantante de su grupo favorito. Había sacado del ropero el vestido rojo de minifalda que solía ponerse cuando iba a bailar con su novio y se lo estaba probando con sus tacones nuevos. Se veía bien guapa y lo sabía. Así que decidió hacerse unas fotos con su móvil para colgarlas en su red social favorita para que la viesen sus amigos. Al fin y al cabo, no había cambiado su foto de perfil desde hace muchos meses.

Subió las fotos y las respuestas no tardaron en llegar. ¡Qué guapa estás! ¡Bellísima! ¿Me prestas tus aretes? ¡Te ves mejor que nunca! Ochenta comentarios en una hora de parte de los amigos y de la familia. Por unos instantes se sintió la chica más bella del mundo.

Su novio, encolerizado, irrumpió en su cuarto. " ¿Se puede saber qué haces?" "¿Cómo te atreves?"le gritó, mientras le agarraba el brazo, la sacaba de su cuarto y le empujaba al sofá del salón de la casa que compartían. "¿Acaso mi chica es una zorra para que se muestre así a todo el mundo?", espetó.

"¡Pero si no hacía nada malo…!" intentó decir ella, con el miedo reflejado en su rostro y voz temblorosa, "¡tan sólo quería…!". No la dejó acabar..."¡vas a aprender a respetarme!", le gritó mientras la abofeteaba.

Nunca más volvió a lucir el vestido rojo. Los zapatos nuevos se encontraron días después cuando unas amigas, preocupadas, fueron a la casa a buscarla porque en varios días no habían tenido más respuestas a sus posts..

El vestirnos sexy no es ni debe nunca ser considerado una excusa para golpear o violar a una mujer. La responsabilidad no es de la persona que recibe el abuso sino del agresor, mayoritariamente masculino. Y él mismo es el resultado penoso de un patrón cultural, heredado de generaciones, que dice que los hombres tienen derecho a controlar a las mujeres. Estos mismos patrones insinúan que una mujer, una vez pasada la etapa en la que conquista a su hombre, debe dejar de ser atractiva para otros – para no provocar los peligrosos celos. Pero no tenemos que aceptar esos patrones en nuestras vidas. Podemos cambiar nuestra forma de ser, perder miedos y ganar libertad tanto hombres como mujeres. Eso es lo que pasa cuando decimos "¡NO MAS!"

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Sentir la vida

Era una mañana soleada, algo fresca. Caminaba por la acera, ensimismada, confiada. Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía segura, no sentía miedo y era una sensación agradable. Seguía caminando por la calle ignorando a la gente que pasaba a su lado de aquí para allá.

Alguien le gritó desde atrás con desdén "¡eh! ¡espera!¡tengo que hablar contigo! No dijo nada, sólo le miró a los ojos, era la primera vez que lo hacía en mucho tiempo.

"Si me escuchas sólo un momento te dejaré en paz, ya no te molestaré nunca más, de verdad ¡escúchame! Y te prometo que ya no volverás a verme".

"¿Me lo prometes? ¿me das tu palabra?" dijo segura, sin miedo.

"Sí, sí, claro" titubeó sorprendido. "Te prometo que no volveré a decirte nada, ni a acercarme a ti, nunca más, ni a mirarte, si me perdonas no volverás a verme ¡te lo juro!".

"¿Me lo juras de verdad?" Le dijo mirándole con el rabillo del ojo. ¡Sí, te lo juro! contestó retrocediendo un paso, asustado, y su voz ya no era tan segura.

"¿Ahora tienes miedo? ¡pues yo no, ya no te tengo miedo, maldito, y ya no te creo! ¿cuántas veces me has dicho lo mismo? ¡qué ya no me molestarías más! ¿cuántas veces me acosaste, me humillaste, me perseguiste, me amenazaste, me insultaste, y me juraste que no lo volverías a hacer? ¿cuántas veces me pediste después perdón y me prometiste que me dejarías en paz? ¿Cuántas veces te perdoné, pensando que tal vez tenías razón, que todo era culpa mía? ¡qué torpe fui! ¡cuántas veces con tu voz dulce me creí que todo eso era porque me querías!

Subió las escaleras hasta el pórtico del juzgado donde le esperaba su abogada. Poco tiempo después se encontraba sentada frente al juez. Por primera vez en mucho tiempo no sentía miedo y segura de que estaba haciendo lo que debía.

Unos meses después llegó una carta certificada del juzgado. Le habían condenado. Dobló la carta y la echó sobre las ascuas de la chimenea. Ahora se sentía con fuerza para volver a llevar su vida, a la que había dejado de lado. Tenía ganas de volver a sentirse viva.


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No me arrepiento

Hace unos meses me encontré con un antiguo amor de mi adolescencia. Precisamente estaba planeando irme de vacaciones a la casa de mis padres, en esa ciudad donde nos conocimos y fuimos novios. Él seguía viviendo allí. En el mismo instante que nos encontramos no resistimos el deseo de besarnos y hacer lo que nunca hicimos entonces: tener sexo. Fue un reencuentro apasionado del cual no sé por qué no me arrepiento.

No hace mucho tiempo que me casé. Tengo un buen marido. Cuando llevábamos pocos meses de novios compartiendo casa, nuestras familias, muy tradicionales, lo acordaron todo, y desde entonces vivimos casados. Somos esa pareja común, bien avenida, que cae bien a todo el mundo.

Durante las vacaciones seguimos viéndonos. Vivimos todos aquellos momentos de locura que no tuvimos, me sentía adolescente otra vez, deseaba que no acabase el verano. Sólo cuando mi marido venía a casa de mis padres a pasar los fines de semana, me hacía recordar que era una mujer casada, y, sin embargo, no sentía remordimiento, era feliz.

Después de disfrutar con mi ex aquellas vacaciones, acordamos seguir en contacto por la red. Un día se me olvidó y la dejé abierta. Mi marido leyó una conversación donde lo decía todo. Cuando volví a casa del trabajo, no dijo nada, sólo me miró enfurecido, con los ojos brillosos. En ese momento no sabía por qué. Me dijo que si ya no le quería que me fuese con el otro y que nos íbamos a separar, que él siempre me había respetado. Me quedé helada.

Pasaron varios días sin decirnos nada, ni siquiera hablamos del tema. No sabía qué hacer, y lo peor de todo es que no me sentía culpable. A veces pienso que es mi situación la que no me permite tomar una decisión. No sé si amo a mi marido. No volví a saber nada de mi ex, lo borré de mi perfil. Creo que estoy con mi marido porque mis padres apostaron por nuestra relación. El caso es que le quiero, es una buena persona y un buen marido, pero creo que nuestra llama se apagó el día que me reencontré con mi antiguo novio y supe que era lo que de verdad deseaba.


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Supervivientes

Pese a todo, sabía que algo no iba bien, pero tardé mucho tiempo en ser verdaderamente consciente de cuál era la situación. Creo que empecé a darme cuenta de lo que estaba pasando en el momento en el que simplemente quería estar en cualquier sitio menos en casa. Hasta el punto en que mis estancias en el campamento durante las vacaciones se convirtieron en el momento más feliz del año. Socialmente no sabía desenvolverme porque siempre estaba encerrada en casa. Pasé de no poder expresarme con libertad ni salir de casa a poder quedar con mis amigos. He sufrido más desde que salí de allí, porque he empezado a razonarlo todo y a ser plenamente consciente de lo que sufrí. A pesar de todo lo vivido, mantengo desde hace años una relación de pareja sana, estable y asegura. En cuanto veo algo que no me gusta, lo digo. Desde luego, tengo muy claro que a mí no me va a pasar.

Cuando era pequeña mi madre se fue a vivir con otro hombre. Vivió varios años con él. A lo largo de ese tiempo llegó a abandonarle varias veces. Sin embargo, no logró romper lazos definitivamente y siguió adelante. Las ataduras emocionales son increíblemente poderosas, capaces de vendar los ojos incluso a la más fuerte. Además, la independencia y solvencia económica, así como la estabilidad laboral son fundamentales para poder dar el gran paso. No me gustaba ver como trataba a mi madre, pero siendo tan niña me parecía que todo lo que veía en casa era normal.

Al principio tenían una relación normal. Él tenía sus cosillas, pero como siempre que empiezas a conocer a alguien. Es cierto que era un poco celoso, pero poco a poco el celo fue in crescendo hasta llegar al "no te pongas esa falda o ese top", y fue cerrando progresivamente nuestro círculo de amigos. El problema llegó cuando comenzaron las discusiones y las peleas. Un día, de pronto, mi madre se vio con un cuchillo en la mano porque él había cogido otro... Se vio como dentro de una burbuja incapaz de reaccionar.

Tardó demasiado tiempo en salir de esa burbuja. Un día su cuerpo y su mente dijeron basta. Pero se dio cuenta de que su dependencia emocional era enorme. Inconscientemente se culpabilizaba y poco a poco llegó el miedo a lo que él será capaz de hacer si le abandonaba y sobre todo miedo a que no la creyesen, ni la entendiesen. Lo pasó mal cuando le contó a su familia lo que ocurría y no la creyeron. El tema económico tampoco le era favorable. En los primeros tiempos felices la convenció para que dejara su trabajo y ahora dependía de él.

Pero el punto de inflexión y el que le dio valor fue cuando me vio que empezaba a tener depresiones e inicio de anorexia, y esa fue la gota que colmó el vaso. Un día, tras una pelea, cogió unas bolsas de basura con algo de ropa y nos fuimos de aquella casa.

Ahora reconoce que le ha cambiado un poco el carácter, algo más susceptible. No le agradan los sitios donde hay mucha gente y menos aún si hay gritos, y no soporta las discusiones. Le costó tiempo salir de allí, pero ahora es feliz viéndome, una niña que, a pesar de haber pasado su infancia en convivencia con los malos tratos, hoy es toda una mujer.

Hoy, lejos de todo aquello, nos gusta recordar que no somos víctimas, sino supervivientes.

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Fieles

Abandoné a mi familia por ella. La conocí en aquella fiesta, enseguida me fijé en ella, una mirada suya y me olvidé de mi mujer, no me lo pensé y me acerqué. En un principio sólo era eso, una aventura de una noche de fiesta, una pequeña infidelidad, pero nos seguimos viendo después, cada vez con más frecuencia, hasta el punto de conocernos bien el uno al otro, y ahí es donde ahora me duele tanto lo que le hice a mi familia.

Resulta que ella no trabajaba, pero siempre se gastaba mucho dinero. Le pregunté y me dijo que se lo enviaba su padre, que vivía en el extranjero. Yo me lo quería creer porque lo único que deseaba era estar con ella y confiaba en todo lo que me decía.

Tuvimos varias discusiones por su padre. Yo quería conocerle y ella no quería hablarle de lo nuestro excusándose en que si se enteraba ya no le enviaría dinero y yo no ganaba lo suficiente como para darle sus gustos, eso me decía, pero tanto la deseaba que nunca me sentí ofendido.

Me molestaba que cuando venía su padre desaparecía durante varios días, sin saber nada de ella, al cabo del tiempo me acostumbré, después de todo era su padre, nada más, ni jamás pasaba en casa conmigo las vacaciones, me decía que iba a visitar a su madre. Siempre me decía que no quería que sus padres conocieran nuestra relación, porque estaban muy anticuados y no entenderían que su hijita viviera con un hombre bajo el mismo techo sin estar casados y necesitábamos el dinero de su padre, pues con el mío no había suficiente, me recordaba una y otra vez.

La verdad es que vivía con ella y, sin embargo, me di cuenta de que en realidad no la conocía. Se pasaba el día enganchada a su celular, aunque nunca le pregunté nada, me gustaba que tuviese su intimidad. Sin embargo, un mañana, mientras se tomaba un baño, vi su celular sobre la mesita del salón junto al sofá. No pude evitar curiosear. Encendí la grabadora. Ella misma me dijo que había grabado un concierto en una iglesia evangelista donde acababa de estar con su madre, y así fue como escuché sin saber todas esas benditas llamadas. Deseé que me tragase la tierra en ese mismo instante en que supe de esa manera de tantas infidelidades, y todas al mismo tiempo.

Su madre era en realidad una bien conocida santa beata de la localidad. Su padre era en realidad distinguido fiel de su piadosa parroquia, el que pagaba sus necesidades a cambio de su fidelidad, además de sus fieles particulares, con los que practicaba sus piadosos rezos, y todo eso en unos diez minutos de grabación, no quería pensar en cómo sería desde que vivíamos juntos.

Y lo peor es que yo había estado mantenido y ella me había hecho un montón de regalos con ese dinero, y pensar lo engañado que había estado desde el principio con el cuento de su padre que vivía en el extranjero y de su piadosa madre, y me preguntaba por qué vivía conmigo si yo no podía pagar sus lujos con mi miserable sueldo, y me da rabia pensar lo ciego que estuve y lo infeliz que debí hacer a mi familia y, sin embargo, tanto la deseaba que, cuando oí su dulce voz susurrándome desde el baño, desconecté el celular y lo dejé de nuevo sobre la mesilla.

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Mi primera vez

Una idea recurrente rondaba por mi cabeza mientras disfrutaba alegremente ¡qué no se acabe la noche! Podría haber sido un mal sueño, pero, aunque sonriera, sentía una preocupación muy íntima que iba a tener que resolver apenas acabara la fiesta. Hubiese preferido que la noche fuese eterna y no pensar en la hora de la verdad que me llenaba de miedo.

Había sido mi primera vez. De poco nos sirvió la clase de educación sexual en el instituto, muchas de mis amigas empezaron a tener relaciones desde muy pronto, unas por amor, otras por el deseo de tener un hijo con algún joven pandillero, algunas se habían quedado embarazadas, otras no.

Debí haber sido más difícil y no haber aceptado tener sexo con un chico con el que no tenía ni quería ningún compromiso. Mi madre casi se muere, lágrimas, reproches, decepción, y mi padre me golpeó feo cuando se enteró. Al chico ni siquiera le importó.

Mi sueño se había roto. Estaba a punto de iniciar un viaje para continuar mis estudios. No teníamos mucho dinero, pero mi padre movió muchos hilos para conseguirme una beca, había partido a otro país buscando oportunidades, deseaba que yo saliera de aquellos ambientes de pobreza y tuviese una buena educación.

Y, sin embargo, me echó de casa. Me fui a vivir con unos tíos, hermanos de mi madre, pero allí me miraban mal, me trataban como prostituta, mis primos me insultaban y me hacían proposiciones.

Mi vida diaria se transformó. Mi padre cortó toda relación conmigo. Fue duro. De repente me encontré sin futuro, sin hogar, sin afecto. Pero con el paso del tiempo me doy cuenta de la buena fortuna que tuve y le agradezco cada día por haber llegado a mi vida, porque soy la persona que soy ahora gracias a ella, y a todas las cosas que me han pasado a lo largo de la vida.


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Ni una menos


Llovía mucho. Sabía que el viejo caserón donde vivía se estaría inundando porque estaba lleno de goteras. Fui a ayudarle a sacar el agua. Solía hacerlo, me gustaba sorprenderle. Cuando llegué abrí la puerta, no tenía cerrojo. Subí las escaleras, entré en su cuarto y le encontré desnudo, con una mujer yaciendo sobre su cama. Me miró sin decir nada. Bajé llorando las escaleras y él detrás de mí.

Empecé a decirle por qué así, de ese modo, si siempre le había querido. Me agarró del brazo para sacarme de la casa, intenté zafarme, pero no podía, su fuerza era mayor que la mía. Me sentía del todo indefensa. Recuerdo que me agarró de los pelos, después todo fue como un torbellino, una de mis peores pesadillas. No podía defenderme y el no paraba. Me llevo arrastrando de los pelos, yo seguía intentando defenderme, y es espantoso sentirse tan frágil. Cuando por fin me sacó de la casa me amenazó si volvía a entrar y me gritó que me fuera.

Me levanté, llovía y llovía sin cesar, y caminé, temblando del miedo y el espanto, quería llegar a algún lugar seguro donde resguardarme. Pensé en mis padres, en mis hermanos, y en todo lo que lucharon para salir adelante, y eso me daba fuerza, amor y calor para seguir adelante aun cuando me sentía del todo desolada. Una buena mujer, a la que siempre le estaré agradecida, viéndome, me recogió en su casa. Me abrazó, me dio amor y curó mis heridas.

Ahora salgo de ver a mi ginecóloga. No me cuidé de usar preservativo. Ahora sé que nada es estable. Sigo teniendo miedo, pero estoy segura de que no quiero una vida así, y sé que esa pesadilla me va a fortalecer, porque, aunque aún tengo algunos moretones, donde realmente fui golpeada fue en mi humanidad, en mi alma, además de un doloroso desgarro en todo mi ser.


1 comentario:

  1. El amor y el sexo son algunas de las cosas más grandes que Dios nos dio. Sin embargo, algunas personas a cierta edad ya no pueden disfrutar del amor y el sexo como antes. Los trastornos sexuales son cada vez más generalizados y afectan a la población cada vez más joven. Para los hombres en una relación, la disfunción eréctil es la gran pesadilla. Sin embargo, hoy la impotencia es una condición tratable. Los hombres no deben tener miedo de los medicamentos contra la impotencia. Aunque el Viagra es conocido por causar algunos efectos adversos, hay otros como Kamagra Oral Jelly que están prácticamente libres de efectos secundarios y tan eficientes como el Viagra. Además, puedes comprar Kamagra Jelly online, que es muy discreto y te ahorra mucho dinero. Kamagra Oral Jelly utiliza el mismo ingrediente activo que Viagra, pero el mecanismo de administración de este ingrediente es diferente. Esto hace que Kamagra Oral Jelly sea muy bien tolerado y casi sin efectos secundarios. Sin embargo, dado que el ingrediente activo es el mismo que en Viagra, el citrato de sildenafil, la efectividad es prácticamente la misma, es decir, la más alta entre todas las píldoras contra la impotencia.

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