Cuentos de ayer

Revista de creación y debate DI@LOGOS



La vida es peligrosa, no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.












A veces piensas qué es lo adecuado, qué es lo mejor, pero nuestros pensamientos dependen mucho de las situaciones. Por eso, antes de hacer las cosas debes pensarlo dos veces o incluso hasta tres.

Es complicado poner tus pensamientos en una balanza y ver si pesará más lo bueno o lo malo de las consecuencias de tus acciones, lo sé porque he pasado por eso. El ser humano no es perfecto y se castiga así mismo por su forma de actuar.

Sin pensarlo hacemos muchas tonterias creyendo que merece la pena. Pero no es lo correcto. Decides hacer las cosas mal por una mala influencia, un mal día, un mal pensamiento y después, al sufrir las consecuencias, es cuando te arrepientes.

Cuando das ese paso piensas "soy libre", pero en realidad no lo eres, aunque así lo creas, y día a día te vas volviendo más prisionero, vas perdiendo tu medida de las cosas… alejándote de tu libertad. Luego, cuando ya más o menos tienes la cabeza otra vez en su sitio llega el día en que te das cuenta de que acabas de perder lo más bonito y valioso de la vida: la libertad.

No es una buena sensación cuando has hecho el esfuerzo, te lo has ganado y uno mismo lo tira todo a la basura, y nadie más tiene la culpa sino ¡tú! Y al final, soportar la penitencia más dura.






Las cosas en casa van mal, Andrea vive una situación muy difícil. Desde pequeña la vida no le ha ido nada bien. Una adolescente con mucha vida por delante… su padre un alcohólico con problemas de drogas que cuando llegaba a casa de madrugada maltrataba a su mujer y también a su hija.

Andrea no es una niña de bien que digamos, su madre siempre la intentó llevarla por buen camino, el camino de los estudios, para que en un futuro pudiese trabajar y ganarse el dinero honradamente. Ellos eran una familia muy humilde, vivían en una casa de alquiler, casi a las afueras. Su madre trabajaba limpiando casas y a veces cuidaba de ancianos. María, la madre de Andrea, estaba cansada de la vida que llevaba, era maltratada todos los días. Día tras día se preguntaba qué era lo que había hecho para pasar por todo eso.

Una mañana Andrea salió al parque con unos amigos. Le gustaba fumar hierba y también beber, esa era su rutina de todos los días, así se pasó meses y meses. Cuando su padre la maltrataba ella se escapaba corriendo a casa de su amiga… pero por poco tiempo, ya se sabe que amigos de verdad hay pocos… una noche llego a casa y su padre había bebido demasiado y sin motivos pegó a Andrea, le pegó una paliza tan fuerte que la dejó en el suelo inconsciente. Su madre llamó a la ambulancia rápidamente y se la llevaron al hospital. María, su madre, fue a denunciar a su marido, no podía seguir viviendo así, tenía miedo pero ya no aguantaba, mas no podía seguir día a día en esa situación. Ella nunca había denunciado a su marido pero esta vez había tocado a lo que María quería más en esta vida, que era su hija Andrea.

Después de ponerle la denuncia, a los pocos días detuvieron a su marido, que fue directamente a prisión.

Al cabo de 5 meses llamaron a María y le dijeron que su marido había fallecido. Murió de una sobredosis. Andrea seguía en el hospital, llevaba 5 meses y medio en coma; su madre acudía siempre a verla, no había día en el que María faltase al hospital. Estaba cansada, agotada y perdida. Llevaba una vida muy dura y sentía que ya no podía más. Andrea era la única persona por la que seguía adelante.






Empezó a besarme. Sabía lo que quería. Me lo aseguré para mí cediendo a sus deseos. Prefería pensar que era una adolescente que cometía errores como lo haría cualquiera. Fingía hacerme la dura, pensar que simplemente era dueña de mi propia vida y que no tenía la necesidad de depender de él. Pero en el fondo sabía que sí, que sería para él y sólo para él. Pretendía que luchaba, que me resistía, pero una y otra vez volvía caer en sus brazos.

Porfiábamos. Yo se lo perdonaba. Ese fue mi error, perdonar.
Se adueñó de mí, de mi cuerpo, de mis pensamientos, de todo mí ser. Yo quería huir, pero me daba miedo perderle. Yo, a pesar de todo, le quería. Nunca tuve el valor de rechazarle. Fingía que él me quería, que en realidad yo le importaba y que no me quería perder. En su ausencia me sentía ansiosa, pérdida.

Ahora me pregunto porque tuve que fingir, porque tuve que luchar por esa relación, si, como bien sabía todo el mundo, iba a acabar mal.

Hoy me encuentro en un hospital, poco a poco me recupero de una lesión cerebral, una rotura de mandíbula y una rotura de hombro, con un collarín en el cuello y dándole gracias a Dios por estar viva, y a ese rufián que me enseñó lo que es el de verdad el amor y querer a alguien.






La gente la humillaba. Aunque ella no entendía el por qué, respetaba a todo el mundo, no molestaba a nadie, y lo mejor de todo, se sentía a gusto con ella misma.

No tenía amigos, nadie la quería, pero tenía un perro que nunca la abandonaba. No tenía madre, sólo tenía a su padre. Se pasaba todo el día trabajando y apenas le veía. Se ganaba la vida vendiendo pequeñas cosas hechas a mano, como cojines, pulseras y cosas así… Con el sueldo de su padre apenas llegaban a fin de mes, y ella le veía llorar y eso le dolía mucho.

Vivían en una pequeña casa echa de una cutre madera, sin agua ni luz. Koda, su fiel perro, dormía encima suya porque no tenía con que arroparse los fríos días de invierno. Se duchaban en los aseos comunes, ya que en su casa no podía hacerlo.

En el colegio le gastaban bromas. Un día le echaron harina y huevo por todo el cuerpo, le quitaron la camiseta y todo el mundo echó a reír, ella se sintió humillada y no lo llegó a entender nunca, era la hazme reír del colegio.

Sus maestros no hacían caso, no lo veían importante, ni le daban significado. Se sentía desplazada y no quiso saber más de nadie, cogió su mochila y salió del colegio, dejó de sentir afecto por la gente, no tuvo sentimientos, se hizo de ``roca´´, se preguntaba por qué la gente ni era buena ni quería comprender.

Mil veces pensó en huir, pero sabía que de nada servía hacerlo, no podía abandonar a su papá, no le parecía justo, porque era la única persona que no le hizo daño. Sabía lo mal que lo pasaba todas las noches tras el fallecimiento de su mujer, le costó mucho salir adelante aquellos años. Ella le llevaba todos los días unas flores a su madre.

Un día por fin decidió marcharse. Su padre le dio dinero y le deseó suerte, la dijo que por favor volviera, que era una gran parte de él. Emprendió el camino pensando un sitio a donde ir. Pensó que quizás sería buena idea vivir de okupa, pero no lo tenía tan claro. Dos días después se alojó en una casa vacía en la que no habitaba nadie, con muy buenas vistas, desde allí arriba se contemplaba toda la ciudad.

De noche salía a pasear con Koda, necesitaba olvidar un poco lo que ella era y lo que la hicieron, no podía sacarlo de su cabeza. Se sentaba bajo un árbol y se quedaba absorta mientras miraba las estrellas, recordando a su mamá y aquellas sabías palabras que le solía susurrar:``Si no te quieres tú, nadie lo hará por ti, que la vida es tan bonita como tú quieras verla´´.






No se puede decir que estuviese llevando una buena vida precisamente. Recuerdo bien el día que decidí cambiar por mi bien y por no seguir siendo un desastre. Además, con mi mala vida empecé a convertirme en una persona llena de rechazo a mi familia, la cual nunca me hizo ningún mal. Tampoco querían que estuviese de la manera en la que decidí estar por mi ingenuidad y por ser tan tonta de enamorarme de aquel hombre. Para que sepáis y entendáis, mi familia nunca perdió la esperanza de que decidiera cambiar, y gracias a ellos... bueno, os contaré lo que pasó, poco a poco.

Debo decir que en aquel tiempo yo era de lo más crédula en toda la existencia de la raza humana. Me había echado un novio del que me enamoré como una tonta. Mis padres no lo aceptaban, por lo que decidí escaparme con él para casarnos siguiendo el rito según sus costumbres. Entonces me pareció maravilloso.

Con el tiempo me volví violenta y agresiva, fue entonces cuando me eché a la mala vida, me hice muy amiga de lo ajeno y consumía drogas. Era joven y sentía estar viviendo una vida de emociones. Ahora, cuando lo pienso, cuánto me arrepiento. En realidad, nunca echaba cuentas, todo era emocionante, creía de verdad estar feliz con esa clase de vida, pero pronto me di cuenta de lo equivocada que estaba, todo aquello iba a cambiar.

Conocí a un chica, aunque al principio me parecía la típica que nunca rompía un plato, en seguida me sentí íntimamente unida a ella. Al poco tiempo mi suegra cayó muy enferma. Al enterarse mi marido, empezamos distanciarnos porque se hizo cargo de todos sus hermanos y sufría depresión. Lo único que le alegró, es que al mes siguiente de que su madre enfermara, le di la noticia: estaba embarazada de un mes. Mientras tanto, mi nueva amistad me fue abriendo los ojos, me decía que yo sólo contaba para que me utilizaran.

Poco después me enteré de que mi madre estaba en estado grave, y había faltado poco para que falleciera. Ante mi tristeza, mis amigos y mi marido hicieron todo lo posible para que yo pudiera divertirme. Estando de fiesta me excedí con la bebida. Al poco rato de estar perdidamente mareada y borracha, di un mal traspiés, haciéndome caer sobre mi vientre.

En aquel instante recuerdo borrosamente que vi el rostro de mi marido con lágrimas de preocupación y tristeza, y gritó a mi amiga urgiéndole a llamar a una ambulancia, porque estaba preocupado por mi o porque era su hijo o también porque podía morirme o algo peor, no lo sabía en ese momento, pero lo iba a saber. Eso podría provocar un perjuicio para él, porque mis padres sabían que estaba con él en su casa. Yo estaba en busca y denunciada como desaparecida por mis padres.

Al llegar al hospital me dijeron que tuve un aborto y que estaba embrazada de dos bebes por lo que él, al escuchar al médico, se volvió contra mí, rabioso, y me culpó, diciéndome que nunca me lo perdonaría. Me sentí triste. Siempre creía que me quería y no entendía por qué ahora me hacía sentir culpable ni por qué ahora me quería repudiar.

Aquella noche pensé que la enfermedad de mi madre y la pérdida de mis hijos ya era suficientemente duro, y encima aguantar ese repudio y que que me utilizaran de esa manera, por lo que decidí marchar. Primero fui a casa de mi mejor amiga, la cual me abrió más los ojos y después arreglé las cosas con mis padres.

Con esta historia quiero decir que a la familia siempre la tienes y que los amores van y vienen, pudiendo hacerte mal y un daño en tu corazoncito. No tengáis prisa en crecer, que tiempo ya abra para todo. Incluso de enamorarse y de equivocarse, para lo que queramos… pero primero es crecer.









En el instituto había alumnos de todo tipo. A Camila le daba igual todo. No le gustaba estudiar y no hacía más que porfiar con todos, compañeros y profesores. Le ponían partes, la expulsaban y le daba igual.

Una mañana, Michelle se cruzó con Camila por el pasillo y la empujó, sin ningún motivo, sin conocerla de nada, pero a Camila le daba lo mismo porque ella hace lo que quiere, así es ella. Desde entonces, Camila no hacía más que molestarla en clase. Michelle, que ya estaba harta de sus impertinencias, la retó a verse las caras después de la clases, pero Camila no le tenía miedo a nadie.

Sonó el timbre. Las dos contendientes se encontraron y se dirigieron a un callejón detrás del Instituto. Una vez allí empezó la discusión. Michelle se acercó y le sacudió un buen tortazo. Camila se quedó un poco tonta, le agarró por los pelos y le dio tal rodillazo en la tripa que la tiró al suelo, y ambas empezaron a darse tortas en la cara.

Al final se separaron y cada una se fue por su lado. Camila se dio cuenta de que tenía arañazos y moratones por todos lados, no fue a clases en dos días. Cuando se incorporó llevaba un parche a un lado del ojo derecho. Michelle la miró mal pero no dijo nada.

A la salida de clase, Michelle y una amiga se dirigen a su casa, y antes de entrar recibe una llamada donde una amiga le advierte que Camila la está buscando y que quiere que acuda al parque del barrio para hablar con ella. Michelle va al parque y se queda sentada en un banco hasta que ve a lo lejos a Camila.

Comenzó la discusión una vez más. Parecía claro que no iban a entenderse y llegaron a las manos de nuevo. Cuando las separan se dan cuenta de que Camila estaba sangrando por un ojo. La cosa se les había ido de las manos. Michelle se va corriendo a su casa y no explica nada a su familia. Pasadas dos horas suena el teléfono. Era la madre de Camila pidiendo una explicación de lo sucedido. La madre de Michelle sorprendida habla con la otra madre y llama de inmediato a su hija para que vea con sus propios ojos el alcance de su conducta. La madre de Camila advierte que si ocurre de nuevo la denunciará por la gravedad de lo ocurrido.

Entonces Michelle pide disculpas muy arrepentida y se compromete a no usar la violencia contra otras personas. Se da cuenta de que su rabia no la puede usar contra los demás, porque realmente se está haciendo daño a sí misma, que, aunque en ese momento se ha desahogado, continua sintiéndose mal. Por ello pide ayuda a su madre, quien la lleva a un psicólogo, que le enseña a controlar sus impulsos, cosa que poco a poco va desapareciendo.

Michelle y Camila nunca llegaron a ser amigas, pero después de estos sucesos han continuado con sus vidas de manera pacífica, y les ha ido mucho mejor ¡Di no a la violencia contra las personas!








Si no tardas mucho te esperaré toda la vida.

Ser una pareja no significa no tener problemas sino saber superarlas juntos.

Lo mejor de la vida es encontrar a alguien que conozca tus defectos, y aun así continúe creyendo que eres increíble.

El amor es una amistad con momentos eróticos.

Para que una relación funcione ,ya sea amor, amistad o de familia, el respeto debe ser lo primero a tener en cuenta.

Amor mío, siempre te cuidaré, nunca te fallaré.

Iré hasta donde haga falta, sólo para estar contigo,

y por eso no me rindo y por este camino sigo.

No te digo algo bonito, te digo algo sincero.

Mi cariño es infinito y mi amor es verdadero.

No busques a alguien que resuelva todos tus problemas,

busca a alguien que no te deje enfrentarte sola.




Conocemos los amigos, y la vida veces no sale como esperas, siempre hay alguien que te pisa, pero levantamos la cabeza, somos personas nuevas, siempre hay algo que perdonar.

No hay que mirar atrás. Sé que cuesta tirar para adelante, pero si hay gente que te quiere, nada es más importante; así que cuida lo que tienes, no olvides el presente, que el futuro está delante.

Si dejas que todo pase, ya no se puede retroceder. Dejemos atrás las peleas hermano, gritemos la paz en alto por si no nos han escuchado.

Nosotros ponemos la paz en alto, quien busca molestarnos, no tiene significado. Es mejor no hacer aprecio para conseguir no perdernos. La gente lo consigue, que por su fuerza consigue tenerlo.

Estamos manchando el amor, pero hay que conseguir que no siga muriendo. Gente nueva sigue naciendo, no quiero que aprendan lo que estoy aprendiendo.

El racismo fue muy violento, por una vez salgamos de esto, que a nadie nos gusta el desprecio. No tenemos que dar ningún día por perdido, amor a tu familia y a tus amigos, y perdonar cuando nada tiene sentido.

A veces te puedes sentir solo, pero hay alguien a tu lado que te ayuda a no ser malo. Gente que te coge de la mano y te acompaña por el buen camino.

A veces es mejor olvidar el pasado para tener un buen futuro. Sólo hay que ayudarnos; aunque seamos desconocidos, el mundo tiene que estar unido. A la gente de la calle les daría un abrigo para que no pasaran frío.

Amigo, luchemos por la paz que nuca hubo. Nosotros luchamos, no nos hundimos, y nos levantamos si nos caemos. Todos juntos somos guerreros.

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